lunes, 14 de junio de 2010

Severino Varela: El talentoso lateral uruguayo



Uno de los grandes ídolos extranjeros de Boca Juniors fue, nada más y nada menos, que Severino Varela. Referente del plantel que consiguió el bicampeonato en 1943 y 1944, “el boina” se ganó el amor de todos los hinchas boquenses en aquel recordado partido frente a River el 26 de septiembre de 1943. Esa tarde, quedó en el recuerdo de todos los simpatizantes, que al grito de “Varela, Varela” festejaban la histórica remontada. No era para menos, el hábil uruguayo anotó los dos tantos con que su equipo despachó a “La máquina de River”.

Su presencia atemorizaba a los rivales, porque a su gran despliegue le sumó una cualidad que lo caracterizó en sus años de carrera futbolística: el gol. Por esa razón, Boca lo contrató en 1942. Las grandes actuaciones con la camiseta de Peñarol de Montevideo le sirvieron para ser transferido al fútbol argentino.
Allí vivió los años más felices. Vistiendo la camiseta auriazul alcanzó su máximo nivel y retribuyó el cariño de toda la hinchada con 43 inolvidables goles. Esa gran habilidad  fue clave en la consagración de Boca como bicampeón por segunda vez en su historia. Supo lucirse al lado de grandes talentos de la época: Boyé, Lazzatti y Sarlanga. Juntos conformaron la base del espectacular equipo dirigido técnicamente por Alfredo Gasarini.
En su estadía, sorprendió al fútbol argentino con excelentes actuaciones. Es que su llegada al club no había sido de la mejor manera. Venía desahuciado de Peñarol, jugando para la reserva, y con la leyenda de un padecimiento crónico en el nervio ciático que sumado al reuma y los constantes desgarros lo pusieron en una situación un tanto extraño, con ciertas dudas si realmente podía actuar en un equipo repleto de estrellas.
Estos inconvenientes físicos fueron la principal causa por la cual no acumuló riquezas durante su carrera deportiva. Boca lo compró por escaso dinero, y su contrato no abundó en cifras. Una decisión errática por parte del cetro dirigencial del club, que volvió a reiterarse una vez finalizado el primer acuerdo: “No quiero llevarme la plata que no puedo ganarme”, declaró antes de firmar la renovación del vínculo. La importancia dentro del equipo reclamaba otro monto que nunca llegó a tener porque su grandeza no se lo permitió.
En 1946 regresó a Peñarol de Montevideo. En el conjunto carbonero daría por finalizada su exitosa carrera tras dos años de participación en la liga uruguaya. El alejamiento de la práctica fue un golpe duro para el equipo oriental. Con él en cancha, había obtenido los campeonatos de 1935, 1936, 1937 y 1938. Un verdadero referente del club le dijo adiós al fútbol  y se abocó a las funciones administrativas de las Usinas y teléfonos del estado.

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