“C’est Njiniski”, exclamó entusiasmado el escritor francés Paul Morand, luego de ver la memorable actuación del delantero. La comparación estaba referida a los similares movimientos de Arsenio Erico con los del mejor bailarín de la época.
Su elegancia para jugar al fútbol lo distinguía del resto. La belleza de sus goles y su gran habilidad para cabecear fueron las características más destacadas del potente delantero paraguayo, que en 1931 daba inicio a su carrera como futbolista.